Texto y fotos: Alejandro López García & Nereida Rubio Gómez
Ibrahim Maalouf no es músico. Es mago. Y por ende, no hace música. Hace magia.
El pasado martes 16 de febrero el Teatro Lope de Vega de Sevilla recibía por primera vez en la capital hispalense al trompetista libanés Ibrahim Maalouf, un músico que va mucho más allá de la música que compone, arregla e interpreta. Ibrahim Maalouf es el sumo hacedor de atmósferas.
Dentro del Ciclo de Jazz del Teatro Lope de Vega, que abarca desde octubre a mayo, y compartiendo cartel con artistas de la talla de Chucho Valdés, Chris Potter o Betty Lavette, Ibrahim Maalouf presentaba en Sevilla su última producción, Kalthoum, un trabajo inspirado en Oum Katlhoum, la cantante más conocida, respetada y admirada en el mundo árabe. El disco está dividido en una Introducción, dos Oberturas y cuatro Movimientos, sobre los que transitó su directo. Éste empezó con un solo de oud (ese laúd árabe) interpretado por un amigo suyo sirio, para dar paso a la presentación por el propio Maalouf del concierto y los músicos que le acompañaban, grandes virtuosos de sus respectivos instrumentos.
Que tuviera en mente hacer un disco sobre la gran diva árabe fue bien recibido por su familia, explicó, a excepción de uno de sus miembros, que le preguntó si no estaba loco. Y es que homenajear a una deidad de la música árabe como es Oum Kalthoum es cuanto menos una empresa arriesgada. Pero Maalouf ya está curtido en esas batallas, puesto que su música es de todo menos típica, clásica o tradicional. Los vericuetos por los que transita ésta hacen que se pueda esperar cualquier cosa de este trompetista libanés afincado en Francia.
Tras dicha presentación, comenzó un espectáculo, que no por el hecho de haberlo visto con anterioridad, deja de ser sorprendente y fascinante. Ya en el Primer Movimiento se puede comprobar el feeling existente entre el conductor del concierto y sus secuaces, en esos diálogos que se producen entre la trompeta y los demás instrumentos: saxofón (Mark Turner), piano (Frank Woeste), batería (Clarence Penn) y contrabajo (Scott Colley). Y la sucesión de Movimientos, interpretados de manera magistral, sedujo a todos los que admirábamos tal maestría con los oídos bien abiertos.
Y es que Ibrahim Maalouf es el mago de las atmósferas. Tan pronto está tocando una suave melodía, seductora, casi imperceptible, que de repente el tema va tomando un cariz más potente, in crescendo hasta conseguir una intensidad que te descoloca y te envuelve en un frenético ritmo, al que no tienes más remedio que sucumbir y dejarte atrapar por él. Así van sucediéndose los temas, hasta que el primer atisbo de que estamos llegando al final nos hace percatarnos que hemos disfrutado tanto que hemos perdido la noción del tiempo y no damos crédito a que esto se acabe. Por suerte, solo fue un espejismo erróneo pues todavía quedaba pólvora en la recámara de Maalouf.
En un solo de trompeta, esa de cuatro tonos inventada por su padre a la que le añadió un cuarto pistón otorgándole un abanico de sonoridades más amplio, Maalouf terminó rapeando y haciendo scratches con la boca, lo que puede dar una idea de la amalgama sonora que estábamos disfrutando. Maravilloso. Y no solo con la música disfrutábamos, sino que Ibrahim también utilizó el humor para ganarse al respetable, al que manejaba a su antojo con las mencionadas atmósferas, puesto que era capaz de parar en medio de un acorde expresando con el rostro en gesto cómplice la dificultad de su ejecución para posteriormente acometerlo con decisión y arrancar los aplausos sinceros del público que disfrutaba de lo lindo y que llenó el recinto a pesar de ser un día entre semana. Tras interpretar los cuatro Movimientos que componen el disco homenaje a Oum Kalthoum en el 40 aniversario de su muerte, los músicos se marcharon para salir poco después a consumar la conquista de los asistentes con el bis que nos tenían preparado.
Nos hizo cómplices del momento pidiéndonos que le acompañáramos con nuestros silbidos y nos explicó cómo habríamos de hacerlo. Pero parte del público no captaba muy bien lo requerido por Maalouf hasta tal punto de necesitar de varias explicaciones acompañadas de un par de gestos de desesperación, en clave de humor. Por fin conseguimos la afinación necesaria para ser parte de la canción. Y ésta no era otra que Lili, Will Soon Be a Woman, un tema dedicado a su hija. Acabó improvisando sobre el mismo para rematar al público que ya estaba totalmente entregado a la magia de Maalouf. Y se despidió como empezó. Con su amigo sirio al oud y él tocando una especie de req o pandereta árabe y cantando a dúo un tema clásico.
Para finalizar, sorprendió a los asistentes mostrando que en eso del piano también está puesto, tocando la canción que habíamos ensayado con silbidos. Y no, no se le da mal el piano, hasta tal punto que el dúo que había comenzado con el pianista acabó siendo un solo por parte de Maalouf, quien había echado del asiento del mismo a su compañero bajo la interpretación humorística de la que el público era cómplice. Así es como consiguió que saliéramos del concierto sonriendo y silbando. Incluso en la firma de discos aún podían oírse las notas de la canción en forma de silbidos. Sí señor. Ibrahim Maalouf, un mago de las atmósferas.