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¿Cómo describir lo indescriptible? Ardua tarea la nuestra, la de los periodistas musicales, que a veces tenemos que lidiar con experiencias como la que vivimos el pasado 29 de abril en CaixaForum (Barcelona), cuando Mika Vainio nos sumergía en su universo de ruidos metálicos, sonoridades que bailaban a través de los visuales de Oscar Sol.
Como cuando un niño se pierde en mitad del camino, comenzamos. El live del finlandés no estaba previsto que sucediera en el Hall del emblemático edificio que la caja bancaria dedica a «Obra Social», sino que el emplazamiento, el auditorio, dejaba fuera, literalmente en la puerta, cualquier atisbo de alcohol y charla previos al espectáculo. Acierto total de la promotora, Delicalisten, en su ciclo DNIT. Bien porque se pone fin al «cacareo» que en otras ocasiones hemos tenido que sufrir y con ese «blabliblabli» fuera, también se excluye, en cierto modo, el postureo.
Meterse entre pecho y espalda una horita de live de pura electrónica experimental, noise, a ratos hiriente y otras veces más de beat seco y contundente, un viernes a las 22.00 horas no es nada fácil, especialmente si lo único que quieres es pasear palmito por este tipo de encuentros concebidos para oídos selectos.
Vainio nos llevaba de viaje interestelar, como si el cosmos propio hablara a través de sonoridades que, de tanto en tanto, se volvían orgánicas, como las figuras que bailaban a su son, como las miles de líneas que, sinuosas, se aglutinaban para recrear espacios sólo imaginables con la mente, allí fuera. El ruido, así es como algunos lo llaman, se iba metiendo cada vez más en nuestro cuerpo, casi inerte y en la misma quietud de una butaca, expectante por este viaje sonoro y eléctrico, sin florituras ni ornamentos.
Hielo y técnica, cálculo y sonoridad. A veces la reminiscencia nos llevaba al sonido panasonic-pansonic y en parte es algo que también deseábamos comprobar. Manejo absoluto de las máquinas, ingeniería técnica sin un volumen abrumador, no era necesario, así pudimos apreciar el espectro que uno de los grandes nos puede mostrar. Pura escala de grises en un recorrido por patrones de inteligencia electrónica, rasgados imposibles y bellos muy bellos.
A veces esos patterns se nos quedaban cortos, se rompían adrede, consiguiendo transiciones muy difíciles de obtener, por ejemplo, en esa linea ascendente que la electrónica convencional o de pista suele abusar referencia tras referencia. Romper esas reglas es la parte interesante de Raster Noton.
La sonoridad absoluta y los límites que hoy por hoy conocemos residen en ese sonido blanco electrónico que Mika Vainio pudo mostrarnos, realmente esas son las reglas de la música electrónica y que pocos pueden alcanzar como Vainio hizo. Artistas como el ya llevan años creando vanguardia. ¿Cómo es posible que la vanguardia pasada siga considerándose hoy vanguardia? Sin duda alguna, ha sido un privilegio poder asistir a una actuación así.
Fulminados quedamos por Mika y con un «¿y ahora qué? nos fuimos, pensando que es así como debe sonar el cosmos, como quizás algún día veremos que suena ese, nuestro universo.